miércoles, 8 de mayo de 2013

Pitágoras y su escuela




Pitágoras y su escuela

Raghavan Iyer


Pitágoras fue venerado en la India como Gran Gurú, Maestro y Padre y fue conocido con el nombre de Yavanacharya (“el filósofo jonio”). A él se le conoció por otros nombres en el Antiguo Egipto, donde pasó 20 años preparándose. Y más tarde, a la edad de 56 años, fundó su Escuela en Crotona, en la Magna Grecia, pero esto después de meditarlo mucho y según la sabiduría y visión de la poderosa Hermandad que él representaba.

El fue el Maestro de una comunidad emergente entera, que buscaba 400 almas puras que pudieran constituir una pequeña hermandad y así hacer de esa polis una ciudad de almas en busca de la sabiduría y en armonía con la sociedad en general. Su Escuela estaba cimentada sobre las normas más severas de admisión que incluían un período de prueba que duraba 5 años y se requería un silencio total cuando se estaba en presencia de aquéllos de la asamblea que habían estado más tiempo en la escuela. El iniciaba a los que habían pasado por todas las pruebas preliminares, los cuales se convertían en canales para la fuente divina de omnisciencia, hacia la cual él siempre se encaminó y sobre la que impuso un absoluto y reverencial silencio.

Para Pitágoras la filosofía fue la purificación de la mente y emociones para que la luz pura del alma inmortal brille libremente a través de las limitadas vestiduras comunes a todos los hombres. La purificación debe empezar con reverencia preliminar y así cuando se adora en silencio a los Dioses inmortales y también al orden trascendental que está presente en divina armonía en todo el universo, esto se convierte en una relación verdaderamente digna. Este orden puede ser visto en los cielos y ser estudiado con la ayuda de la geometría y las matemáticas de tipo más arquetípico. Si se honra a los héroes y similar, de ahí puede emerger una reverencia profunda por la totalidad de la vida cuando se ve en el contexto de un vasto universo. Pitágoras fue quien primero usó la palabra "cosmos". El universo es un cosmos, no un caos. Representa la majestuosidad de un gran orden de inmensas magnitudes que se puede entender mediante la aplicación de un principio arquitectónico eterno que tiene un recorrido y perspectiva sin límites.

El universo sólo está limitado por el tiempo y el espacio, pero no tiene límites en su transición exterior hacia el reino de lo potencial. Comprendiendo esto, una persona empieza a apreciar más lo misterioso de la vida y las muchas formas de la materia, y de este modo empieza a tener un verdadero y gran respeto por esas fuerzas que están incesantemente en acción, incluso en las actos más simples de la vida tal como cuando cogemos objetos. La persona que está así preparada, de modo natural honraría a los héroes y a los precursores de toda raza o civilización, los cuales aunque sean individuos imperfectos, son a pesar de todo capaces de elevar la moralidad de raza humana. A través de toda la historia, han aparecido muchos de éstos.

Cualquiera que haya meditado sobre estas materias tiene una visión muy grande de la naturaleza humana y ve a los seres humanos en términos de oportunidades, no limitaciones, en términos de potencialidades o posibilidades en vez de en desventajas. Por lo tanto, según las enseñanzas pitagóricas de los Versos de Oro, cualquier persona no tiene que sentir temor en relación a su destino si ya tiene un respeto maduro por sí mismo arraigado en una comprensión y reverencia por toda la vida.

Respeto a sí mismo aquí significa mucho más de lo que solemos entender en el sentido ordinario del término. Es la clave a lo que se dice en los Versos de Oro sobre hacer examen de uno mismo apropiadamente, lo cual es una acción muy diferente de la de confesarse ante un sacerdote o ir a un psiquiatra para que nos ayuden a analizarnos a nosotros mismos o a la de dedicarse a alguna otra forma de examen similar que es tedioso y represivo y que es realmente un examen de la personalidad. Porque en las enseñanzas pitagóricas, la personalidad no puede entenderse a sí misma. La personalidad no tiene ni la misma posibilidad de autoconocimiento. El entendimiento real puede venir solamente a través de la luz de la autoconsciencia que está inherente en todo ser humano. La luz del entendimiento puede disipar la sombra de la personalidad únicamente cuando, en consciencia lunar, se hace una conexión fructífera: o sea, metafóricamente hablando, como si nos retiráramos a Metaponto donde Pitágoras murió (algunos dicen que hacia los 100 años de edad).

Si hemos construido un puente en la consciencia personal hacia nuestro ser potencial latente, vemos que para este ser más grande no hay ninguna diferencia entre uno mismo y todos los demás seres humanos ni tampoco entre la luz interna o esencia de una cosa y la de todas las demás. La misma esencia luminosa se encuentra en una hoja de papel, en una mesa, una piedra y en cada uno de los átomos del espacio, y en toda forma animal y en todo vegetal o mineral. Y también lo mismo se encuentra en todo lo que compone ese vasto y complejo universo que nosotros llamamos el cuerpo humano. Lo mismo también se encuentra en cada forma de pensamiento que entra y sale de la mente humana a causa de que son afines a ella y la estimulan, o cuando son atraídas de forma plenamente consciente del gran depósito cósmico.

Todos los que quieran acercarse más al espíritu de los Versos de Oro deben prepararse y purificarse a sí mismos tal como Pitágoras enseñó, ya que fue famoso como entrenador de almas. Cuando los seres humanos buscan aprender, en su intimidad y soledad, comprometiéndose solemnemente a elevar verdaderamente su vida humana, deben empezar a hacerse preguntas sobre sí mismos: "¿Quién soy yo?", "¿Qué soy yo?", "¿Por qué hice esto entonces?", "¿Siempre digo lo que quiero decir?", "¿Pensé antes de actuar esta mañana y de lo que ahora creo que debo hacer mañana, la próxima semana o el próximo año?". Es significativo que la única frase que aparece 2 veces en los Versos de Oro es: "Piensa antes de actuar". Precisamente porque los seres humanos con las mejores intenciones del mundo, con acceso a las más profundas ideas y que comparten el más noble de los sentimientos, no son capaces de entregarse a sí mismos en su vida cotidiana con dignidad como mónadas divinas, por esta razón ellos mismos necesitan darse una oportunidad y de esta manera deben buscar dentro de cada día cada día cierto tiempo para examinar su pasado.

Si reflexionan continuamente según el punto de vista del Ser Inmortal, ellos seguramente llegarán a entender a los demás y aumentarán verdaderamente la confianza en sí mismos y sabrán qué es lo bueno que tienen dentro de ellos mismos. Esto, a su vez, les dará el coraje suficiente para darse cuenta de lo malo que hay dentro de ellos y por tanto lo que deben eliminar.

Es muy bien conocido, aunque poco entendido, que en la Escuela Pitagórica la Psicología iba unida al estudio de las matemáticas. Si uno quería realmente entender ésta, entonces se le aconsejaba meditar profundamente sobre la Tétrada y la Tríada pitagóricas. Cuando se hace verdaderamente así, uno se encontrará que penetra en lo misterioso, porque lo esotérico y lo exotérico son relativos. Lo que para uno está oculto, no es desconocido para otro.

Lo que en un tiempo está oculto en otro tiempo no es inaccesible. Por desgracia, muchas personas son víctimas de una visión del conocimiento aristotélico-baconiano donde los pensamientos son vistos como bits de información transmitidos desde el exterior y que se impresionan sobre el cerebro, al cual se le considera erróneamente como una especie de tabula rasa. En nuestros tiempos modernos muchas personas creen equivocadamente que el verdadero conocimiento tiene que ver con la revolución de la información y por lo tanto todo lo que se necesita es encontrar modos apropiados de dar acceso a la información a cada uno y todos de nosotros. En la Escuela de Pitágoras, si las personas buscaban conocer los Misterios se les decía con toda justicia que debían respetar las reglas.

Estas reglas veneradas por el tiempo siempre se han observado. Los Grandes Maestros, hacen de estas reglas, que siempre son las mismas, adaptaciones según las exigencias de la época, pero en estricta obediencia a la Fraternidad en nombre de la cual ellos actúan y de la cual son fieles miembros.

Pitágoras, el Gran Maestro, cuando enseñó la sabiduría divina que era adecuada para su tiempo siguió reglas muy estrictas. Hay una versión mítica en la que se cuenta cómo se hizo esto. Los que buscaban admisión en la Escuela y que ya habían encontrado inspiración en la vida diaria siguiendo las enseñanzas de los Versos de Oro. Entonces tales personas eran invitadas a probarse a sí mismas a través de un conjunto preliminar de pruebas libremente escogidas y estrictamente supervisadas.

Una de éstas requería que el candidato fuese conducido a algún lugar retirado y que se le dejara con pan y agua. Se le pedía que permaneciese allí durante una noche y que pensase fijamente sobre un único símbolo, por ejemplo un triángulo. Habiéndose preparado apropiadamente y seguido los pasos necesarios para adquirir calma, entonces el candidato apuntaba las ideas que se le ocurrían en relación con la vida entera.

La siguiente mañana, el candidato era invitado a la asamblea donde estaban los que ya habían pasado por todas estas etapas y Pitágoras, quien presidía, le pedía que expresara sus observaciones al grupo entero. Una práctica común durante aquellos días era que varios miembros de la asamblea eran instruidos para hacerle difícil al candidato el exponer lo que tenía que decir y de este modo ridiculizaban sus ideas. Naturalmente, el nuevo candidato era fácil que estuviese nervioso aunque realmente la asamblea estuviese de su lado, pero sin embargo no se hacía ninguna concesión a sus limitaciones, ambigüedades y motivaciones confusas. Esto era por su propio bien.

A menos que uno pudiera mantener la compostura bajo estas circunstancias, estaba claro que la vida en la Escuela probaría ser demasiado para un candidato que era indebidamente influenciable por la crítica. Algo de esta antigua tradición todavía persiste, por ejemplo en Holanda y Alemania, cuando se defiende una tesis, aunque si no tienen el mismo propósito compasivo de las pruebas mencionadas anteriormente, la ceremonia se convierte en criticar y llega incluso a ser absurda.

Para Pitágoras era crucial que el autoconocimiento fuese verdadero y relacionado a la santa y sagrada enseñanza de la divina Tríada y así beneficiar a los demás hombres. La Tríada misma no se puede comprender excepto si se la relaciona con el Punto. Y el Punto no se podría entender excepto como el Uno relacionado a la Duada.

La Mónada y la Duada no se pueden entender completamente a menos que sean vistas en relación a la Tríada. Y así la serie de números continúa. Lo que subyace es el difícil problema que tiene que ver con la forma: el sentido del Cuadrado Pitagórico. Si todos estos se pusieran juntos, la consecuencia sería algo como la cuadratura del círculo, y conseguiríamos el elixir de la vida (la clave a los Misterios de la vida y la muerte). Pitágoras enseñó que a menos que los Misterios sean encontrados dentro de uno mismo, nada pueden decir a uno. Todos deben hacer sus propios experimentos con la Verdad, deben hacer sus propios ejercicios para calmar las pasiones, controlar y concentrar la mente, y sobre todo para purificar nuestras motivaciones, intenciones, sentimientos, gustos y aversiones. Esto se debe hacer para fusionar la totalidad del ser de uno, integrando la razón y sentimientos con una vibración fundamental y así nos uniremos al verbo sagrado que mueve y anima al ser entero manifestado. Todos los seres humanos tienen acceso único y privilegiado al verbo que está dentro del santuario y con el que contactan en un estado de conciencia profunda, ya sea mientras dormimos o estamos despiertos o cuando meditamos o en los buenos momentos.

Pero, sobre todo cuando meditan sobre la más sagrada de todas las materias, la cual que tiene que ver con la fuente y origen de todas las cosas y seres vivientes. Cuando se hace esto, entonces se comenzará a entender el Tetraktys o Sagrada Cuaternidad (el Número de números).

Individuos intuitivos llegarán a ver que todos estos números apuntan hacia el cinco, el pentágono pitagórico, y el seis, que fue más tarde usado por la Cábala pero que para Pitágoras era una estrella de seis puntas donde había un águila en lo alto y debajo de la cara de un hombre había un toro y un león. También ellos comenzarán a sentir algo sobre el significado del siete como el principio básico de división de no solamente colores y sonidos, sino de toda la manifestación.

El siete, a su vez, no se puede entender sin el ocho y Pitágoras enseñó cómo se produce armonía cuando sintonizamos las notas altas y bajas en la octava, de este modo aquí está la base de muchas de las teorías y enseñanzas que nos han venido a través de las tradiciones musicales.

Lo que él ilustró con la música también podría ser aplicado a la medicina, lo cual significa que no podemos omitir el número nueve. El nueve tiene un gran significado como 3 grupos de tres, pero también anuncia el fin de todas las cosas: está "sin terminar". El sabio ya tiene esto en cuenta, y así preserva la imagen inviolable del que se ha llamado número perfecto desde Pitágoras -el diez-  sin buscar su exacta réplica visual en La Tierra.

Lo que está oculto tras la Tríada ha sido vislumbrado por grandes arquitectos, escultores y artistas. Los chinos, cuando creaban vasos, se abstuvieron de hacerlos perfectamente simétricos. Los arquitectos contemporáneos como Jacobsen después de idear un buen edificio no tienen interés de ir a la ceremonia de inauguración ya que se han centrado en el diseño del siguiente. Las mentes verdaderamente creativas saben que se disfruta creando, pero que este goce disminuiría o incluso se disiparía si uno se apega a los resultados.

Las normas del mundo que se adaptan a los intereses de los mediocres también actúan como freno y esto impide que se ascienda a los niveles de excelencia los cuales están presentes en todas las culturas. En la tradición pitagórica, para una respuesta apropiada a cualquier pregunta sobre los Misterios, se debe formular a uno mismo para que así cada uno haga su propia meditación y reflexión sobre la Tétrada así como del Tetraktys.

Lo fundamental de la enseñanza pitagórica fue estimular la aparición del hombre o mujer completos. Ellos no pueden ser manufacturados, sino que verdaderamente deben crearse a sí mismos. Los Grandes Maestros ayudan a que el ser humano se haga completo por sí mismo mediante una enseñanza holística que todavía perdura. Pitágoras fue el creador de la verdadera ciencia, religión y filosofía de la tradición del Cercano Oriente que él inició. La enseñanza de Pitágoras fue también ésa de Buda y más tarde la de Shankara.

Hace 2500 años el Buda enseñó a sus discípulos primero a convertirse en shravakas (oyentes). Cuando ellos ya habían pasado tiempo suficiente escuchando y aprendiendo, lo mismo que ocurría en la tradición hindú original con su énfasis en brahmacharya (un período de probación), entonces ellos podían convertirse en sramanas (hombres de acción). También encontramos esto en la tradición pitagórica, donde los neófitos son acousticoi (los que escuchan). Esto hace referencia no a algo mecánico o rígido, y por lo tanto falso, sino a un entrenamiento equilibrado en el arte de perfeccionarse a través de la sabiduría, la conservación de la energía. La purificación de pensamiento, el calmar y armonizar los sentimientos se hacía para manifestar apropiadamente al Ser Interior a través del habla y conducta apropiadas.

Pitágoras enseñó una triple división de la humanidad y una triple división del deseo. Todos los hombres pueden ser comparados a las personas que atienden a una fiesta. Allí están los que están motivados por el deseo de ganar algo y van allí a comprar y vender. También están los que están motivados por el amor al honor y van a competir entre sí y a emularse para obtener los grados de excelencia. Luego están los que no se interesan en las ganancias ni en la gloria porque ellos o bien se han cansado de este juego o porque piensan que es ilusorio o porque nacieron con una natural indiferencia a ello. Tales personas están totalmente interesadas en el amor a la sabiduría.

Los que aman la sabiduría pueden ser comparados a los que en las fiestas son como espectadores, que no participan y que al mismo tiempo no hacen juicios externos, que no compran ni venden, que no comparan ni contrastan, sino que meramente aprenden lo que es común a todos los hombres, o sea que aprenden algo sobre el noble arte de vivir. Ellos no hacen lo que no es necesario. Ellos tratan de averiguar lo profundo que está detrás de las formas dentro del gran drama humano en el cual el mundo en su totalidad es un escenario y los hombres y mujeres son meramente actores. La función es únicamente lo que importa. En la tradición pitagórica la atención con calma es el comienzo del camino a la sabiduría.

La reencarnación, la filosofía de la palingenesia es también fundamental. Todo ser humano ha asistido como espectador a una gran diversidad de espectáculos, ha actuado en una múltiple diversidad de papeles. Según esta perspectiva, saber es recordar y mucho de lo que se ve es la restauración del Alma-Memoria. Lo que la gente piensa que es nuevo son principalmente recuerdos que provienen de algún lugar del cual ella no sabe nada, pero los cuales aun así actúan como una especie de ayuda divina dentro de nosotros y a veces en los malos momentos o cuando tenemos problemas nos salva de cometer errores que nos habrían hecho retroceder de no haber sido por ello, pero ahora ya hemos aprendido algo. La Escuela que Pitágoras fundó fue una en la cual toda clase de conocimiento podía ser buscado, pero no con la intención de sincretizar los -ismos y las sectas de la época sino más bien para que yendo desde arriba hacia abajo seamos capaces de ver los principios que son la síntesis, en theoria y praxis, con la meditación y recta conducta.

Después de la muerte de Pitágoras, los alumnos de su Escuela se separaron. Ocurrieron cismas entre las personas así llamadas científicas, que pasaban su tiempo haciendo pretensiones, discutiendo y atacándose entre sí y los que inicialmente eran simple entusiastas y que fueron ridiculizados por los otros. Los últimos fueron dejados solos con su devoción, creencia y verdad encantadoras, lo cual ayudó a continuar la transmisión de la tradición. Todo esto ya había sido previsto por ese sabio del estilo de Prometeo llamado Pitágoras.

El quería que hubiera separación y autoselección no sólo entre los muchos que fueron influenciados, sino igualmente entre los pocos que estaban experimentando los rigores del entrenamiento, los que tenían la fibra moral para soportar el ascenso extremadamente difícil hacia la sabiduría. El pretender que el sendero es fácil es la excusa fácil de los que verdaderamente no tienen intenciones de ascender, porque antes han fallado muchas veces y temen tanto equivocarse antes de empezar que preferirían no arriesgarse ni siquiera en la primera prueba.

Hay mucha protección en los códigos morales, comprobados por el tiempo, de toda verdadera comunidad de buscadores- Esto se sugiere en los refranes y creencias de todas las sociedades. Pitágoras enseñó que debe haber una quietud interior del alma, un silencio de la mente en el cual la verdadera receptividad del corazón nos permite el aprendizaje real. Una persona que se concentra mientras aprende carpintería o mientras se entrena en atletismo está en calma.

Los individuos que se concentran mientras aprenden algo están en calma. ¿Podría exigírsele menos a una persona que estudiara y perseverara mientras busca la divina ciencia de la dialéctica, tal como Hierocles llamó a la enseñanza pitagórica? El arte del ascenso libre del alma hacia los reinos superiores que se indica en las palabras finales de los Versos de Oro, es descrito como el desvelar de percepciones latentes de las realidades que están ocultas. Cualquiera que pretenda ir en serio debe dar tiempo a la Naturaleza para que hable. Es únicamente sobre la superficie serena de la mente calmada que las visiones percibidas en lo invisible encuentran representación verdadera y apropiada.

En la antigua India, la Grecia clásica y la América de los primeros tiempos se entendía perfectamente que sin venerar a los antepasados nada que merezca la pena puede ocurrirle a un ser humano, a un grupo o sociedad. Esta tradición fue parcialmente seguida bajo la influencia del Movimiento Teosófico en el siglo XIX y por el posterior renacimiento platónico -aunque de corta vida- en una variedad de fraternidades y movimientos.

Algunas están todavía haciéndolo bien, pero la mayor parte de las demás fraternidades que tomaron reglas pitagóricas y las adaptaron para autodisciplina, amistad verdadera y respeto a uno mismo no están en la misma posición. Mientras muchas lo han dejado definitivamente, hay otras que la han seguido bastante bien aunque hayan perdido el impulso original. También están las pocas que han permanecido desconocidas a la mayoría y que han tratado de ser fieles al impulso original. En algunos casos, el impulso retrocede no sólo al tiempo de Benjamin Franklin o al de las sociedades originales de Filadelfia que comenzaron en el tiempo de la firma de la Declaración, sino incluso más atrás. Como Burke sugirió, cualquier generación que no muestra respeto a sus ancestros no será recordada por la posteridad. Los que muestran poco respeto a los que han venido antes que ellos -sus padres, abuelos, maestros y los maestros de los maestros- serán repudiados a su vez por sus hijos. La ley del karma no discrimina entre personas, sociedades y generaciones.

La pregunta surgió entre los primeros pitagóricos, sobre la norma de honrar a nuestros padres: ¿Qué tiene uno que hacer si nuestros padres son indignos?

La respuesta dada en aquel tiempo por los sabios pitagóricos fue: "Primero pregúntate a ti mismo si realmente has rendido suficiente homenaje a los dioses inmortales, a los héroes de todos los tiempos y los genios buenos de la tierra. Si has hecho todo esto, entonces tienes derecho a preguntar si deberías honrar a tus padres. Pero encontrarás, si has observado todo lo anterior, que siempre encontrarás alguna razón para honrar a tus padres mientras al mismo tiempo no tienes que seguir ciegamente sus costumbres. Esto es porque, como más adelante los Versos de Oro ponen énfasis, todas las personas deben pensar por sí mismas. Cada uno debe tomar sus propias decisiones y escoger su propio camino. Esto no necesita ninguna recomendación ni ser anunciado en nuestra época. Es parte de nuestra misma constitución.

También fueron las palabras del Buda en su lecho de muerte. Esta es la más antigua enseñanza y es sentido común. No hay casi ningún ser humano que no la conozca. 

Los seres humanos se olvidan. Todo egoísmo está enraizado, concluyó Pitágoras tras muy poca reflexión. Casi nunca, incluso en esta era de cambio, la gente tiene intenciones sistemáticas y consecuentes de reverenciar a los dioses inmortales o a los héroes, incluso aunque hayan sido desmitificados. Las personas no tienen intenciones de desobedecer deliberadamente la ley enseñada por un Iniciado hace mucho tiempo: "De Dios no se burla nadie, lo que sembréis recogeréis". Todo hombre sabe todas estas cosas. ¿Por qué entonces Schweitzer puso tanto énfasis en la reverencia por la vida? El sabía que si algo es digno de hacerse, es digno de que se le ponga énfasis, porque aunque los hombres creen que lo saben actúan como si nunca lo hubieran sabido.

Los hombres se olvidan y por lo tanto en la doctrina pitagórica de anamnesis, así como en la enseñanza platónica, todo tiene que ver con recordar y olvidar. Todas las almas humanas, cuando beben de las aguas del Leteo se identifican con la forma y están bajo la influencia de los lenguajes inferiores transmitidos por el mundo a ellos a través de sus parientes y de aquéllos cercanos a ellos. Ellos se olvidan, y como olvidan, los niños pequeños de edades muy cortas, los cuales miran, sonríen y dan la bienvenida al mundo, y en el proceso de aprender a caminar, levantarse y moverse se quedan confundidos al notar el desprecio, escepticismo, cinismo, desconfianza y odio a uno mismo que está todo a su alrededor. Y con el tiempo, cuando los niños ya están preparados para el precioso momento de la pubertad, no han recibido ninguna inspiración ni ayuda para aprender a manejar el puro goce de eros bajo el control de una cabeza calmada y fría. Están completamente en guerra con otros y consigo mismos.

Vivimos en la era de Zeus, en donde es difícil entender la grandeza del significado profundo de la invocación pitagórica a Brihaspati, Júpiter o Zeus –él es quien sabe y puede mostrar el genio que tiene todo ser viviente–. El honor y la reverencia implican algo más de lo que entendemos de ordinario con estas palabras. Para entenderlas se necesita saber lo que Pitágoras enseña en las estanzas finales de los Versos de Oro y que en su conjunto fueron llamadas Heiros Logos, el Sagrado Discurso.

Pitágoras enseñó que se necesita discriminación y discernimiento. Uno debe aprender no sólo a hacer distinciones, a mostrar discriminación, a reconocer matices, subtonos, colores secundarios, matices de significado, a reconocer la inmensa diversidad de las formas de la vida sino también a ver el orden y la estructura bajo la cual puede ser entendido. Es necesario distinguir cosas similares, distinguir opuestos, diferenciar las falsificaciones, apreciar lo íntimo, y también sobre todo ser capaz de ver la unidad y relación entre todas estas cosas. Entonces será posible, cuando escuchemos opiniones, discriminar entre ellas e ir a por las buenas o a por la mejor de todas, incluso en las observaciones más absurdas. Uno puede aprender y anotar lo que es de valor en todo o cualquier cosa con la que uno se cruza. Pero si uno se cruza con muchas cosas que no merezcan la pena ser anotadas en un bloc de notas, puede dejarlas que transcurran sin más y permanecer calmado ante ellas. Todo esto sugiere un concepto de humanidad, un gran control de uno mismo que se combina con la compasión, el amor, la magnanimidad además de con la prudencia y que es verdaderamente raro en cualquier época, pero totalmente admirable en la nuestra.

Pitágoras especialmente elogió la prudencia, no la perspicacia o lo que el mundo llama astucia, sino la visión interior de la sabiduría en relación a la esfera lunar, una región en la que todo comienza, cambiará y fenecerá. Si uno no tiene en cuenta esto, no puede ser prudente. Porque tener mucho apego es como ser imprudente. Los deseos son de 3 clases. Están aquellos deseos que cuando nacen por primera vez son totalmente inapropiados y que no son buenos desde el principio.

Con frecuencia tales deseos son ansias de hacer lo imposible. Si una persona antes de poder ser capaz de subir montañas, pretende escalar el Everest la próxima semana, éste es un deseo inapropiado y fuera de lugar. Un buen amigo podría sugerirle que fuese y averiguase lo que realmente desea saber, aunque aprender esto podría ser muy desagradable. La segunda clase de deseos no están fuera de lugar cuando se originan, sino que tienen sentido, como el deseo de acabar algo que se ha comenzado, independientemente de lo que ello sea, ya tenga que ver con el colegio, el trabajo o la familia. Sin embargo aquí precisamente está el peligro, porque se hincha tanto ese deseo que se convierte en una obsesión.

Y puede llegar a ser tan virulento, de una fuerza que nos domina, que la persona se convierte en esclavo de él y ya no en un ser humano libre. Esta clase de deseos no es totalmente mala, pero tienen que ser modificados. Esa vehemencia tiene que ser descartada hasta que fluya como las aguas frías, en consonancia con el océano de la vida hacia el cual debe ir y finalmente terminar. En tercer lugar, están los deseos, que aunque no son inapropiados en su origen ni tampoco vehementes, son inadecuados por la forma en que se expresan.

Una persona podría tener un legítimo deseo y un sentido de la proporción pertinente sobre tal deseo pero no saber cómo expresarlo adecuadamente, y por lo tanto se convierte a menudo en la víctima de un mal momento. Tener malas oportunidades es como las creencias equivocadas, pues eso indica una falta de compromiso total con nuestros propios proyectos, si usamos palabras de Sartre. Uno no está nunca bastante allí donde es necesario sino que siempre está como en un mal momento. Si uno continúa así durante bastante tiempo acabará atrayendo fuerzas elementales alrededor de sí mismo que le traerán mala suerte.

Cuando Pitágoras habló de prudencia y magnanimidad, él dio una prueba crucial. Uno llega a ser hombre cuando se hace más magnánimo. Esto se enseñó así incluso después de Platón, cuando la Academia empezaba a desaparecer. Aristóteles pensó que era apropiado basar su concepto del hombre ideal sobre la virtud de la magnanimidad. Todo ser humano tiene acceso libre a la magnanimidad, pero no puede ser conseguida instantáneamente si uno es mezquino, tacaño, temeroso, egoísta o desdeñoso. La magnanimidad aparece libremente en la mente únicamente mediante grandes ideas y visiones. En el corazón surge solamente cuando tenemos mucha compasión por los enfermos y por los que sufren.

Pitágoras sabía lo que era entonces ser premeditadamente escogido como la piedra base para la sociedad del futuro. En nuestros días, cuando la sociedad moderna está próxima a desparecer, pero quejándose y apenas ocultando una enérgica protesta patética. Ya otra cultura ha comenzado a nacer: de la misma forma en que lo invisible se desliza sobre lo visible. La enseñanza pitagórica no puede ahora significar un mero retorno a las formas una vez enseñadas en la Magna Grecia. Debe ser vista como la simiente de las instituciones que se regeneran a sí mismas y de la cultura y código del alma. Cuando el alma consiga establecerse sólidamente como una estatua bien firme en la mente, mientras al mismo tiempo ella sostiene el vasto universo de los pensamientos. El conjunto estará inexorablemente en contemplación, mostrando belleza de alma, belleza de mente, belleza de corazón y belleza en toda dirección y dimensión. De este modo, esto hará posible que más y más seres humanos -con sus imperfecciones- sobresalgan de las multitudes para beneficio de todos y para transformarse a sí mismos y actualizarse, terminando con trascenderse a sí mismos.

La preparación es crucial para la escuela pitagórica del futuro. Cualquiera que estudie los Versos de Oro de Pitágoras en cualquier traducción o edición y reflexione sobre ellos para sacar  alguna inspiración, puede hacer aparecer energía vital en su conciencia profunda la cual es causal en relación al reino externo de los efectos.

Los que hagan esto podrán constituirse a sí mismos como seres que se acercan más en espíritu, pensamiento y sentimiento a la Presencia más íntima, nunca manifestada. En los días de Pitágoras mucha gente sabía que no le conocía. Nunca ningún Gran Maestro se reencarna ni manifiesta excepto en condiciones apropiadas y siempre a escondidas excepto para unos pocos. Cuando sea necesario, el manifestará alguna parte relevante de sí mismo. Pitágoras pasó mucho tiempo (22 años) estudiando los Misterios Egipcios, planeando cómo adaptar sus enseñanzas a los problemas de su época. Cuando estuvo preparado para empezar su obra, permitió a la gente ver a través de las apariencias veladas y expresiones parciales.

Su ser invisible e inmanifestado, por su misma naturaleza, nunca puede ser visto excepto por la luz del ojo de aquellas personas que han extendido el hilo dorado que está dentro de todo ser humano (o sea, por los que perciben el Huevo Dorado). Esto requiere del Buddhi. El que lea los Versos de Oro con este espíritu reverencial puede acercarse al Divino Ser quien fue el sabio autor de ellos y sacar inspiración que será inapreciable cuando se tengan problemas.


Artículo publicado en la Revista Hermes, Noviembre de 1977
Raghavan Iyer.



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