Helena Petrovna Blavatsky
Artículo
publicado en “Lucifer” (Mayo 1889)
La gran
era del mundo vuelve a empezar ,
Los días
áureos retornan,
La tierra
se renueva como la piel de serpiente,
Despojándose
de sus malas hierbas invernales.
Shelley
Amigo
mío, la era áurea ha transcurrido,
Sólo los
buenos tienen el poder para hacerla volver. . .
Goethe
¿Qué había en la mente del autor de
"Prometeo Desencadenado", cuando escribió sobre el retorno de los
días aúreos y el nuevo comienzo de la gran era del mundo? Su previsión poética
¿transportó, quizá, su "Visión del
siglo XIX" en el "cientodiecinueveavo", o le reveló una imagen
apoteósica de las cosas futuras, que eran las del pasado?
Según las palabras de Fichte: "es un
fenómeno frecuente, especialmente en las épocas pretéritas, que lo que
llegaremos a ser es representado por algo que ya hemos sido Y lo que debemos
obtener, es la efigie de algo que hemos perdido previamente." Luego
agrega: "lo que Rousseau define el estado de la Naturaleza y los antiguos
poetas la Era Dorada, colocándola en nuestro pasado, en realidad se extiende en
nuestro futuro."
Tennyson comparte esta idea cuando escribe:
Los antiguos escritores hacían retroceder las
estaciones felices. Ellos, insensatos. Nosotros las proyectamos adelante. Ambos
soñadores [. . .] ¡Afortunado el optimista en cuyo corazón el ruiseñor de la
esperanza aun trina, a pesar de la inicuidad y el frío egoísmo actual tan
palpables! La edad en que vivimos es engreída, es tan orgullosa como hipócrita,
tan cruel como disimuladora.
¡Oh, Dioses! ¡Cuán mojigato y sacrílego es
nuestro siglo con respecto a toda verdad, coronado por su decantada
santurronería e hipocresía! ¡Oh siglo diecinueve de tu serie cristiana, eres la
hipocresía encarnada, ya que has engendrado más hipócritas en un metro cuadrado
de tu suelo civilizado, de los que la antigüedad ha producido en todas sus
tierras idólatras durante largas edades. Tus modernos hipócritas de ambos sexos
son,
según nos dice el autor de "Martin
Chuzzlewit": "tan profundamente imbuidos con el espíritu de la
falsedad, que son morales aun en la ebriedad, la hipocresía y la
vergüenza."
Si esto es verdadero, ¡cuán tremebunda es la
declaración de Fichte! Su carácter ominoso trasciende las palabras.
¿Deberíamos, quizá, esperar que en algún ciclo
recurrente futuro, volveremos a convertirnos en lo que "ya hemos
sido" o lo que somos ahora? Para vislumbrar el ciclo futuro, es suficiente
examinar la situación actual. ¿Qué discernimos?
En lugar de la verdad y la sinceridad tenemos
el decoro y la fría cortesía cultural, en sustancia: mendacidad. En todos los
niveles encontramos la falsedad; por lo tanto hay una falsificación del
nutrimento moral y comestible. La Margarina se ha convertido en la mantequilla
del alma y del estómago.
Hermosura y colores irisados por fuera y
putrefacción y corrupción por dentro. La vida es un largo hipódromo en el que
se desempeña una caza febril, cuya meta es una torre de ambición egoísta,
orgullo, vanidad, avidez por el dinero o los honores, mientras las pasiones
humanas son los jinetes y nuestros hermanos más débiles los caballos. En esta
terrible carrera de obstáculos la copa se alcanza haciendo sangrar y sufrir el
corazón de un sinnúmero de seres humanos y se gana pagando con la autodegradación
espiritual.
¿Quién, en este siglo, presumiría decir lo que
piensa? Hoy en día se necesita un ser intrépido para expresar la verdad con
denuedo, lo cual implica un riesgo y un costo personal. La ley le prohíbe a uno
decir la verdad a menos que esté bajo juramento
en sus cortes y sujeto a la amenaza de
perjurio. Si se han divulgado, públicamente y en la prensa, ciertas mentiras
acerca de una persona, si uno no es rico no puede cerrar la boca del
calumniador. Si enuncias los hechos, eres un difamador. Sipermaneces en
silencio ante alguna injusticia perpetrada en tu presencia, tus amigos te
considerarán un cómplice. En nuestro ciclo resulta imposible expresar la propia
opinión honrada, como
demuestra la derrota de un proyecto
legislativo que revocaba las "Leyes sobre la Blasfemia".
* * *
En el número de la revista "Pall Mall
Gazette" publicada el 13 de Abril, encontramos algunas líneas pertinentes
al tema. Sin embargo, su argumentación presenta una perspectiva unilateral y,
por lo tanto, debemos aceptarla con el beneficio de la duda.
Recuerda al lector que Lord Macaulay "ya
había elaborado, hace mucho tiempo", el verdadero principio de las
"Leyes sobre la Blasfemia" y agrega:
Expresar las propias opiniones religiosas o
irreligiosas de la forma más libre posible es una cosa; pero es algo muy
diferente enunciarlas de manera ofensiva, ultrajando y
lastimando a otras personas. Uno puede
vestirse o no vestirse como mejor le plazca en su casa, sin embargo, si uno
quisiese afirmar su derecho de caminar por la calle con sólo una camisa, el
público tendría el derecho a objetar. Supongamos que un ser re cubriera con
ahínco todas las carteleras de Londres con imágenes "cómicas" de la
crucifixión. Esto debería ser una ofensa aun a los ojos de los que creen que la
crucifixión jamás aconteció.
Así es. En nuestra edad podemos ser religiosos
o no religiosos a voluntad, pero que no ofendamos, ni nos atrevamos a
"ultrajar y lastimar a otras personas." Ahora bien, con el adjetivo
otras ¿se indica sólo a los cristianos, omitiendo a todos los demás? A mayor
abundamiento, el margen dejado para la opinión de los jurados es ominosamente
amplio y ¿quién sabe dónde trazar la línea de demarcación? En estos temas
particulares los jurados, a fin de ser sumamente imparciales y justos en su
veredicto, deberían ser mixtos: seis cristianos y seis "infieles." En
nuestra adolescencia se nos enseñó que Temis (1) era una diosa con los ojos
vendados sólo en la antigüedad y entre los paganos. Desde entonces, como el
Cristianismo y la civilización le han abierto los ojos, la alegoría nos permite
dos versiones. Al tratar de creer la mejor de las dos inferencias y al pensar
en la ley de manera más reverente, llegamos a la siguiente conclusión: en la
legislación lo que es salsa para uno debe
serio también para el otro. Por lo tanto, si las "Leyes sobre la
Blasfemia" se administraran según este principio, resultarían más
beneficiosas para todos, "sin distinción de raza, color o religión,"
como decimos en teosofia. Ahora, si la ley es justa, debe aplicarse a todos
imparcialmente. ¿Debemos, entonces, entender, que prohíbe "ultrajar y
lastimar" los sentimientos de todos o sólo los
de los cristianos? En el primer caso, debe
incluir a los teósofos, los espiritistas y los millones de paganos cuyo destino
misericordioso los ha hecho vasallos de Su Majestad y también los
librepensadores y los materialistas, algunos de los cuales son muy
susceptibles. No puede referirse al segundo caso, ya que implicaría limitar la
"ley" sólo al Dios de los cristianos, ni presumiríamos sospechar una
injusticia tan pecaminosa; ya que la "blasfemia" es una palabra que
no se aplica sólo a Dios, a Cristo y al Espíritu Santo, no simplemente a la
Virgen y a los Santos, sino a todo Dios o Diosa. Este término, con su sentido
criminal, existía entre los griegos, los romanos y los antiguos
egipcios, antecediendo nuestra era por muchos
millares de años.
En el versículo 28 del capítulo XXII de Éxodo,
se destaca la frase que "Dios" dice en el Monte Sinaí: "No
ofenderás a los dioses" (plural). Al admitir todo esto, ¿qué acontece con
nuestros amigos, los misioneros? Si tal ley se impone, no les depara un período
ameno. Los compadecemos porque sobresalen en blasfemar contra Dios y los Dioses
de otras naciones, sin embargo, ahora, las Leyes de la Blasfemia se ciernen
sobre sus cabezas como una espada de Damocles. ¿Por qué se les debería permitir
infringir la ley contra Vishnu, Durga o algún fetiche; contra Buda, Mahoma o
hasta un fantasma en
que un espiritista reconoce, sinceramente, a
su madre difunta más de lo que se concede a un "infiel" que
despotrica contra Jehová? A los ojos de la Ley, Hanuman, el dios mono, debería
recibir la misma protección otorgada a cualquiera de los aspectos
divinos de la trinidad, de otra manera la ley
tendría los ojos más cerrados que nunca. Además, a pesar de su carácter sagrado
para los millones de indos, Hanuman no es menos querido en los corazones
sensitivos de los darwinistas. Por lo tanto, blasfemar
contra nuestro primo, el babuino sin cola,
seguramente "lastimará los sentimientos" de Grant Allen y Aveling,
así como de muchos teósofos hindúes. Concordamos que aquel que dibuja
"imágenes cómicas de la crucifixión" comete una ofensa contra la ley.
Sin embargo, lo mismo vale en el caso del que ridiculiza a Krishna y,
malcomprendiendo la alegoría de sus Gopis (pastoras), lo vilipendia delante de
los hindúes. ¿Qué decir de
los chistes profanos y vulgares pronunciados
desde el púlpito por ciertos ministros de los evangelios, no acerca de Krishna,
sino de Cristo mismo?
He aquí algunos ejemplos en la discrepancia
cómica entre teoría y práctica, entre la letra muerta y viva de la ley. Estamos
familiarizados con varios predicadores "cómicos" muy
ofensivos, sin embargo, hasta la fecha, sólo
los "infieles" y los ateos parecen reprobar severamente a estos
ministros cristianos pecaminosos, tanto en Inglaterra como en América.
¡El mundo está al revés! Se acusan a los
predicadores evangélicos por expresarse de manera profana, mientras la prensa
ortodoxa permanece en silencio y sólo un agnóstico
truena contra estas payasadas. Es cierto que
hay más palabras verídicas en un párrafo de la revista "Saladino" (2)
que en la mitad de los periódicos del Reino Unido. Hay más sentimientos de
reverencia y verdad, a quienquiera que se apliquen y un sentido
más afinado en lo que concierne a la sesudez
de las cosas en el dedo chico de este "infiel", que en toda la figura
fornida y turbulenta del señor Spurgeon, Reverendo-irreverente. Uno es un
"agnóstico", un "mofador de la Biblia", según lo llaman. El
otro un famoso predicador cristiano. Sin
embargo, Karma, trascendiendo la letra muerta de las leyes humanas, de la
civilización o del progreso, suministra un antídoto para cada mal en nuestro
globo terráqueo: un infiel amante de la verdad por cada predicador que lucra
usando a sus dioses, envileciéndolos.
En América se enumeran un Talmage que, según
la apropiada descripción del "New York Sun" (3) es: "un
charlatán petulante" y un Coronel Robert Ingersoll. En Inglaterra, los
emuladores de Talmage experimentan una Némesis austera en la figura del
"Saladino." Los periódicos infieles
han censurado, repetida y severamente, al predicador americano por conducir a
su congregación al paraíso en espíritu irreverencial, tratando de abreviar el
viaje largo y tedioso valiéndose de varias anécdotas bíblicas. ¿Quién, en Nueva
York, ha olvidado la farsa-pantomima presentada por Talmage el 15 de Abril de
1877? El tema era el "trío de
Betania" y, según comentó la congregación, cada persona dramática fue
"representada a la perfección." El reverendo payaso personificaba a
Jesús que "rindió una visita matutina" a María y a Marta, la cual lo
"increpó por haberse
tirado en un sofá" y, ocupando el tiempo
de María, "la amante de la ética", que se sentó a sus pies, dejando
que Marta cumpliera con los deberes a solas. Hace algunos días, en la Cámara de
los Comunes, el Coronel Sandy arengó sobre el proyecto de ley acerca de la
Blasfemia propuesto por el señor Bradlaugh y al cual se opuso, diciendo que:
"mientras castigamos a los que matan al cuerpo, el objeto del proyecto
contemplaba la impunidad de los que querían matar al alma."
¿Pensará, tal vez, que el ridiculizar las
creencias sagradas por parte de un predicador cristiano, llene las almas de su
audiencia con reverencia, matándolas sólo cuando la burla procede de un infiel?
El mismo piadoso "plebeyo" le recordó que: "Bajo la ley
de Moisés, los que blasfemaban eran llevados
fuera del campamento y los lapidaban."
No nos oponemos, para nada, a ciertos
Protestantes fanáticos que, en armonía con la ley mosaica, quieren tomar los
Talmages y los Spurgeons para lapidarios. Tampoco nos detendremos a investigar
sobre este Saúl moderno, ¿por qué culpar, en este caso, a los fariseos por
actuar conforme a esta misma ley mosaica crucificando su Cristo, o a
"algunas de la Sinagoga de los Libertinos" por lapidar a Esteban? Nos
limitaremos a decir: si la justicia, análogamente a la caridad, no se detiene
"en casa", las injusticias que por lo general los librepensadores,
los agnósticos, los teósofos y otros infieles reciben por mano de la ley, serán
el blanco del desdén futuro.
* * *
La historia se repite. Spurgeon se ha burlado
de los milagros de Pablo. Invitamos a toda persona imparcial a que obtenga el
" Agnostic journal" del 13 de Abril y lea el artículo de
"Saladino" titulado " Al Azar", dedicado a este predicador
favorito. Si alguien quiere descubrir la razón por la cual, día tras día, los
sentimientos religiosos se extinguen en este país por ser matados en las almas
cristianas, que lea el artículo en cuestión.
La reverencia se suplanta con la emotividad.
Los que creen en la salvación glorifican al Cristo y el "tabernáculo"
de Spurgeon es todo lo que permanece en la tierra cristiana del Sermón del
Monte. La única efigie de la Crucifixión y del Calvario es la combinación
extraña del fuego infernal y el "show de Punch y Judy", que es,
preeminentemente, la religión de Spurgeon.
Entonces, ¿quien considerará estas líneas de
"Saladino" excesivamente drásticas?
“[. . .] Edward Irving era un místico austero
y un Elías volcánico. Charles Spurgeon es un Grimaldi irónico y exotérico.
Después de su reciente retorno de Menton y su recuperación de la gota, presidió
el encuentro anual de la Iglesia Metropolitana Auxiliadora que tuvo lugar en el
Tabernáculo. Al principio, dirigiéndose a los que estaban por rezar, les dijo:
" Ahora bien, es una noche muy fría y si alguien se extiende en su
oración, morirá congelado. (Risas).
Recuerdo que una vez Pablo predicó un sermón
muy extenso y un joven cayó de una ventana, matándose. Si esta noche alguien se
congela, no soy Pablo y no puedo resucitarlo, por lo tanto, no hagan que se
precise un milagro porque no puedo ejecutarlo. (Risas)."
“Si este género de bufón hubiese vivido en
Palestina en el tiempo del "bendito Señor" del cual lucra
profusamente, habría picado, con ademán jocoso, al "bendito Señor" en
el
costado, exclamando: "bueno, ¿cómo estás
mi viejo de Nazaret?" Además, Judas, llamado Iscariote, debía llevar la
bolsa y Carlos, llamado Spurgeon, debía ataviarse con el vestido de bufón.
Minimizo las fábulas de la Galilea; ya que
para mí esto es lo que son. Sin embargo, para Spurgeon son "la palabra
auténtica de Dios", por tanto no le corresponde ridiculizarlas aun cuando
quiera entretener las sagradas mediocridades del Tabernáculo. Me atrevo a
recomendar a la devota atención de Spurgeon, un sentimiento localizable en el
libro "Sobre Las Leyes" de Cicerón: De Sacris autem haec sit una
sententia, ut conserventur. Como Spurgeon ha pasado toda su vida absorto en la
oración y no tuvo tiempo para estudiar, conoce sólo un inglés de verdulera, por
lo tanto le traduciré lo que Cicerón
dijo. Que todos compartamos un mismo
sentimiento, las cosas sagradas son inviolables.” (Periódico Agnóstico, 13 de Abril.)
Acogemos esta noble sugerencia con un Amén
desde el fondo de nuestra alma. Ayer oímos a un clérigo decir que: "¡la
pluma del Saladino tiene por tinta la bilis!" "Sí", contestamos.
"Sin embargo, es una pluma diamantina y la bilis de su ironía es
cristalina, cuyo único deseo es tratar los
asuntos con justicia y expresar la verdad." Considerando la cuestión de la
"ley sobre la blasfemia" y la legislación imparcial que transforma
una calumnia en algo más difamatorio en proporción a la verdad que
contiene, y especialmente manteniendo presente
la ruina económica que incumbe sobre al menos uno de los dos involucrados, hay
más heroísmo y auto-abnegación indómita en
expresar la verdad para el bien de todos, que
gratificar las preferencias del público. Exceptuando, quizá, al intrépido y
explícito editor de "Pall Mall Gazette", en Inglaterra no existe un
escritor al que más respetamos por su noble justicia y admiramos por su aguda
sutileza que el "Saladino."
Hoy en día el mundo juzga todo basándose en
las apariencias.
Se hace caso omiso de las intenciones y la
tendencia materialista propende, especialmente, hacia una condena apriorística
de lo que contrasta con una cortesía superficial y las nociones incrustadas. Se
juzga a las naciones, a los seres humanos ya las ideas basándonos en nuestros
prejuicios y las emanaciones letales de la civilización moderna matan toda
bondad y verdad.
Según la observación de San Jorge, las razas
salvajes están desapareciendo rápidamente, "exterminadas por el mero
contacto con los seres civilizados." Sin reparo debe ser una
consolación para el hindú y el zulú pensar en
que, (gracias a los esfuerzos de los misioneros), sus hermanos que
sobrevivieron, morirán, si no cristianos, al menos con un conocimiento
lingüístico y con una cierta erudición. Un teósofo, un colonizador nacido en
África, nos comentaba que, hace algunos
días, un zulú se le ofreció como
"servidor." Tenía diplomas en latín, griego e inglés, sin embargo, a
pesar de todos estos alcances, no sabía cocinar una cena o limpiar las botas,
así el señor tuvo que despedirlo, deparándole, probablemente, un futuro de
hambre y muerte. Todo esto ha engreído al europeo.
Sin embargo, en las palabras del escritor
mencionado: "él se olvida de que África está rápidamente convirtiéndose en
musulmán y el Islam, que es una especie de bloque de granito cuya poderosa
cohesión desafía la fuerza de las olas y de los vientos, no es receptivo a las
ideas europeas, las cuales, hasta la fecha, no lo han influenciado seriamente.
Un día, Europa podría despertarse y descubrirse musulmana, si no
"rastreramente cautiva" de los "chinos paganos." Mas cuando
las "razas inferiores" se hayan extinguido, ¿quién y qué las
substituirá en el ciclo que reflejará el nuestro?
Existen seres que, con una noción superficial
de la historia antigua y moderna, menosprecian y denigran todo lo que la
antigüedad alcanzó. Recordamos haber leído sobre sacerdotes paganos que
"erigieron torres orgullosas", en lugar de "emancipar a los
salvajes de su degradación." Los Magos de Babilonia se yuxtaponían con los
"pobres habitantes de la Patagonia" y otras misiones cristianas y los
magos salían siempre segundos en cada comparación. Además, se podría contestar
que si los antiguos construían "torres orgullosas", los modernos hacen
lo mismo. Véase la manía parisiense de la Torre Eiffel. Nadie puede decirnos
cuantas vidas humanas se perdieron en la construcción de las torres antiguas,
sin embargo, el precio de la Torre Eiffel, aun incompleta, en vidas humanas,
supera el centenar. Entre la torre francesa y la babilónica, la palma de la
superioridad por su utilidad pertenece, por derecho,
a Zigurat, la Torre del Planeta del Templo de
Nebo de Borsippa. Entre una "torre orgullosa" erigida al Dios
nacional de la Sabiduría y otra "torre orgullosa" construida para
atraer a los hijos de la locura, hay amplio margen para acomodar una diversidad
de opiniones, a menos que se sostenga que hasta la locura moderna es superior a
la sabiduría antigua. Además, la astrognosis actual debe su progreso a la
astrología caldea y los cálculos astronómicos de los Magos constituyen la base
de la astronomía matemática actual, guiando a los descubridores en sus
búsquedas. En la vertiente de las misiones, ya sean en Patagonia, en Anam o en
Asia, diremos que, para la persona
imparcial, es aun una cuestión abierta si son
un beneficio o un mal que Europa otorga a los "salvajes degradados."
Dudamos seriamente si los paganos "sumidos en la ignorancia" no
aprovecharan más con dejarlos en paz en lugar de introducirlos
(después de hacerles traicionar sus creencias
previas), a las dichas del ron, del whisky y de las varias enfermedades
resultantes, las cuales, generalmente surgen a lo largo de la pista de los
misioneros europeos. A pesar de todos los sofismos, un pagano moderadamente honrado
está más próximo al Reino de los Cielos que un converso cristiano y rastrero,
propenso a la mentira y al robo. Al asegurarle que sus vestimentas (crímenes)
se limpian en la sangre de Jesús y al decirle que la felicidad de Dios
"por un pecador que se arrepiente", supera aquella por 99 santos
inmaculados, ni él, ni nosotros, podemos ver el por qué no debería aprovechar
la oportunidad.
* * *
E. Young pregunta: "¿Quién, en la
antigüedad, dio veinte millones, no por cumplir con un monarca arrogante o un
prelado tiránico, sino por responder al llamado espontáneo de la conciencia
nacional mediante la instrumentalidad inmediata de la voluntad nacional? El
escritor agrega: "esta donación monetaria es la efigie de una grandeza
moral que eclipsa las píramides." ¡Oh el orgullo y la altivez de nuestra
edad!
Nosotros no lo sabemos. Sin embargo, si cada
uno de los suscritores a esta "donación" hubiese dado sus "dos
monedas de la viuda", podría afirmar, colectivamente, haber desembolsado
"más que todos", más que cualquier otra nación y podría esperar
su recompensa. Mas siendo Inglaterra la nación
más acaudalada del mundo, los méritos intrínsecos del caso parecen alterarse
levemente. Sin reparo, veinte millones en bloque representan una gran
potencialidad para el bien. Mas esta "donación" ganaría en Karma si
gratificara menos el orgullo nacional y si la nación no se encumbrara por eso
en todo el globo mediante los órganos de la prensa, clamando el hecho
pomposamente. La
verdadera caridad abre sus bolsillos con una
mano invisible y:
Al terminar su papel, desaparece [. . .]
Rehúsa la Fama y nunca ostenta. Además, todo
es relativo.
Hace tres mil años, un millón en monedas era
una cantidad diez veces superiores a los veinte millones actuales. Veinte
millones son las cataratas del Niágara que inundan, con fuerza titánica, alguna
necesidad popular creando, momentáneamente, una gran
conmoción. Aunque esta suma ingente ayuda, por
un cierto lapso, a millares de pobres hambrientos, deja muchos más
desafortunados desnutridos.
A esta lauta generosidad preferimos los países
donde no hay personas desamparadas: estas pequeñas comunidades, los restos de
razas en un tiempo poderosas, que no permiten desheredados entre sus
correligionarios. Estamos hablando de los parsis.
Durante los reinados hindúes y budistas, véase
Chandragupta y Asoka, la gente no esperaba, como lo hace ahora, una calamidad
nacional para confluir la demasía de su ingente riqueza a fin de aliviar una
porción de los desamparados hambrientos; sino que
trabajaban incesantemente, siglo tras siglo,
construyendo centros de acogida, perforando pozos y plantando árboles de fruta
a lo largo del camino, de manera que el viajero sin dinero y el peregrino
exhausto, siempre pudiesen encontrar un refugio donde descansar, nutrirse y
recibir la hospitalidad subvencionada por el estado. Un pequeño arroyo de agua
de manantial fresca que fluye constantemente y está siempre al alcance para
aliviar los labios sedientos, es más beneficioso que un torrente repentino, el
cual, de vez en cuando, irrumpe por el dique de la indiferencia nacional a
saltos ya corcovos.
Por lo tanto, si el ciclo futuro nos depara la
conversión en lo que ya hemos sido, que sea como en los días de Asoka y no como
es actualmente. Nos reprenden por olvidar el "heroísmo Cristiano."
Nos preguntan, ¿dónde hay un heroísmo análogo al de los primeros mártires
cristianos y al actual? Nos duele tener que contradecir esta vanagloria como ya
lo hemos hecho muchas veces. A pesar de que nuestro siglo haya presenciado
actos de heroísmo innegables, ¿quién teme la muerte, como regla general, más
que los cristianos? El idólatra, el hindú y el budista, en definitiva, todo
asiático y africano, muere en un estado de indiferencia y serenidad desconocido
al occidental. En
cuanto al "heroísmo cristiano", ya
sea que se implique a los héroes o las heroínas medievales o modernas, un San
Luis, un general Gordon, una Juana de Arco o un Ruiseñor, el adjetivo no es
necesario para enfatizar el sustantivo. A los mártires
cristianos les antecedieron los plurivirtuosos
espartanos idólatras y aun ateos y las intrépidas hermanas de la Cruz Roja son
las sucesoras de las matronas romanas y griegas. Hasta la fecha, las torturas
autoinfligidas del yogui indo y del fakir mahometano a veces duran años,
eclipsando, entonces, el heroísmo inevitable
del mártir cristiano antiguo o moderno. Aquel
que quiere aprender el significado completo del término "heroísmo",
debe leer los "Anales de Rajistán" por el Coronel Tod [...]
"Dad al César lo que es del César ya Dios
lo que es de Dios"; es una regla áurea, sin embargo, como muchas otras
análogas, los cristianos son los primeros en violarlas.
El orgullo y la vanidad son dos cánceres
horribles que devoran el corazón de las naciones civilizadas y el egoísmo es la
espada que la personalidad transitoria blande a fin de cortar el hilo dorado
que la ata a la Individualidad inmortal. El poeta juvenal
debe haber sido un profeta. Es a nuestro siglo
al que alude cuando escribe:
Tus méritos nos pertenecen, pero además de
atribuirlos a
Tu mente, ¡son los frutos de la insolencia y
del orgullo!
El orgullo es el primer enemigo de sí mismo.
No está dispuesto a oír elogios de ningún otro en su presencia, por lo tanto
desacredita a todo rival y no siempre sale victorioso. "Soy la única y la
elegida por Dios", dice la nación orgullosa. "Soy la invencible y la
prominente, ¡temblad todos vosotros a mi alrededor!"
Observad, llegará el día en que la veremos
languidecer en el polvo, sangrienta y mutilada. "Soy el Único",
grazna el cuervo solitario en plumas de pavo real. "Yo soy el
único: pintor, artista, escritor, etc., por
excelencia. Las naciones aclaman a quien ilumino, mientras al que le doy la
espalda le espera el desdén y el olvido."
Presunción vana y glorificación. Tanto en la
ley de Karma como en las verdades de los evangelios, el primero será el último
en la vida ultraterrena. Existen ciertos escritores cuyos pensamientos, no
obstante disgusten a la mayoría fanática, sobrevivirán muchas generaciones, mientras otros serán rechazados en ciclos
futuros a pesar de ser brillantes y originales. Además, como el hábito no hace
al monje, la excelencia externa de una cosa no garantiza la belleza moral de su
artífice, ya sea en el arte o en la literatura. Algunos de los poetas,
filósofos y autores más eminentes eran notoriamente
inmorales. La ética de Rousseau no le impidió
que su naturaleza discrepara de lo que decía. Según se afirma, Edgar Poe
escribió sus mejores poemas en un estado muy próximo al delirium tremens.
George Sand, no obstante su penetración psicológica,
el carácter altamente moral de sus heroínas y
sus ideas elevadas, jamás pudiera ambicionar al premio Monthyon de la virtud.
Además, el talento y especialmente la genialidad, no son el desarrollo de la
vida presente, por lo cual uno debería sentirse
particularmente orgulloso, sino que son la
maduración de los frutos de una existencia previa y sus engaños son peligrosos.
Los orientales dicen que: "Maya extiende
sus velos más espesos e ilusorios sobre los lugares y los objetos más hermosos
en la naturaleza." Las serpientes más bellas son las más venenosas.
En los bosques africanos, los árboles Upa son
el máximo del esplendor, sin embargo, su atmósfera es letal y mata toda cosa
viviente que se les acerque. ¿Deberíamos esperar lo mismo en los "ciclos
venideros?" ¿Estamos destinados a experimentar los idénticos males que nos
sitian hoy?
* * *
Entonces, aunque la especulación de Fichte
resulte verídica y la "Era de Oro" de Shelley rayara sobre la
humanidad, Karma seguirá su curso como siempre; ya que, para nuestra remota
posteridad, "los antiguos" seremos nosotros. Además, los sucesores
futuros se considerarán los únicos seres perfectos y menospreciarán a la Torre
Eiffel como nosotros lo hacemos con la Torre de Babel. Los seres del próximo
ciclo, avasallados a la
rutina, las opiniones establecidas de
entonces, hablarán y actuarán creyendo que su manera de ser es la única
correcta.
"¡EI lobo, el lobo!" se clamará
contra los que tratarán de defender nuestra civilización como nosotros lo hacemos
con los antiguos ahora, Pronto, aquel que no sigue la pista ya
preestablecida y los "blasfemos" que
se atreven a dar el justo nombre a los dioses de aquel ciclo, presumiendo
defender sus ideales, serán objetos de desdén y los blancos de toda arma disponible.
Que clase de biografías se escribirán acerca de los famosos infieles actuales
es deducible leyendo las de algunos de los mejores poetas ingleses: las
opiniones póstumas endilgadas a Percy Bysshe Shelley.
Sí, hoy en día se acusa a este poeta por algo
que, de otra manera, hubiera sido fuente de elogio. En su mocedad escribió
¡"Una Defensa al Ateísmo"! Por lo tanto, se dice que su
imaginación lo transportó "más allá de
los límites de la realidad" y su metafísica carece "de una sólida
base racional." Esto implica que sólo sus críticos tienen un conocimiento
completo de las señales que la naturaleza sitúa entre lo real y lo irreal.
Estos examinadores trigonométricos ortodoxos
del absoluto, que presumen ser los únicos especialistas elegidos por su Dios en
la configuración de los límites y que siempre están listos a juzgar a los
metafísicos independientes, son un aspecto de nuestro siglo.
En el caso de Shelley, el joven autor de la
"Reina Mab", las enciclopedias más comunes describen su metafísica
como: "un ataque violento y blasfemo contra el Cristianismo y la
Biblia", por lo tanto, sus jueces infalibles, la consideran algo carente
de "una sólida base racional." Para ellos, la "base"
hállase en el lema de Tertuliano: "Creo en lo que es absurdo."
¡Pobre gran y joven Shelley! Se le tilda de
ateo por rehusar la aceptación literal de la Biblia, a pesar de que ha
trabajado con celo, durante muchos años de su breve vida, para aliviar a los
pobres y consolar a los afligidos y, según Medwin, habría dado sus últimos
centavos a un desamparado desconocido. En el "Lexicon Conversations"
encontramos, quizá, una razón para este " Ateísmo." En dicha
crestomatía el nombre inmortal de
Shelley es seguido por el de Shem: "el
hijo mayor de Noé que, según la escritura, murió a los 600 años." El autor
de esta información enciclopédica (que hemos citado textualmente), acaba de
decir que: "es difícil no censurar de extrema presunción a un escritor
quien, en su juventud, rechaza todas las opiniones establecidas", como la
cronología bíblica, suponemos; pero este enciclopedista no expresa ningún
comentario y pasa en prudente y reverencial silencio, los años cíclicos de
Shem, ¡como en realidad debería!
* * *
Este es nuestro siglo tan bullicioso; mas
afortunadamente, está preparándose para su último salto en la eternidad. De
todos los que lo antecedieron es el que, bajo una sonrisa, ha sido el más
cruel, malévolo, inmoral, engreído e incongruente. Es el híbrido
de una producción desnaturalizada, la prole
monstruosa de sus padres: una madre honrada llamada "superstición
medieval" y un padre deshonesto y embustero, un impostor disoluto,
conocido universalmente como "civilización moderna." Esta
pareja desequilibrada y estrambótica que ahora
rastrea la máquina del progreso a través de los arcos triunfales de nuestra
civilización, sugiere pensamientos extraños. Al observar esta religiosidad ortodoxa injertada en el
frío materialismo despreciativo, nuestra tendencia oriental de pensar, nos
induce a considerarlo el símbolo adecuado para nuestro siglo. Lo escogemos en
la producción colonial de la ética europea (ay,
¡producciones vivientes!) conocida como los
mestizos.
Imaginamos un rostro color café y grasoso con
mirada insolente a través de los anteojos. Una cabeza llana con pelo encrespado
coronada por un alto gorro y entronada en un pedestal de un cuello de camisa
blanco almidonado y una corbata de satén a la moda. Aliado de esta producción
híbrida vemos la cara llana y morena de una belleza mestiza que brilla bajo un
sombrero parisiense, una pirámide de gasa, cintas coloreadas y plumas [. . .]
En realidad, esta combinación de tez asiática
y arreglo europeo no es más ridícula que la visión panorámica de la
amalgamación intelectual de las ideas y las concepciones ahora
aceptadas. Lo demuestra un Huxley y la
"Mujer vestida con el Sol"; la Sociedad Real y el nuevo profeta de
Brighton que entrega las cartas "al Señor" y cuyos mensajes para
nosotros proceden de "Jehová de las Huestes", el cual se firma,
irreverentemente, "Rey Salomón" en cartas estampadas con el titulo
"Santuario de Jehová" y llama a la "Madre", (la susodicha
"mujer" Solar), "la cosa maldita" y una abominación.
Aún, sus enseñanzas se consideran como si
fuesen ortodoxas e investidas de autoridad. Imaginemos a Grant Allen ocupado en
convencer al General Booth de que la: "vida se originó de la acción
químicamente separativa de las ondulaciones etéreas sobre la superficie
enfriada de la tierra, especialmente el anhídrido carbónico y el agua."
Entonces, "el intrépido general inglés" arguye que esto no puede ser,
ya que dicha "superficie enfriada" existe sólo desde el 4004 a.C.
(según los cálculos bíblicos). Entonces, la "diversidad viviente de las
formas orgánicas" que profesa Grant Allen, no dependería, para nada, como
su libro quería hacer creer al incauto, "de una diminuta
interacción de leyes dinámicas", sino que
del polvo de la tierra de la cual "Dios formó las bestias del campo y toda
ave del aire."
Estos dos representan las cabras y las ovejas
en el Día del juicio, el al fa y el omega de la sociedad ortodoxa y correcta
actual. Los desafortunados, comprimidos en la línea neutral entre estos dos,
reciben constantes patadas y embestidas por parte de ambos. Las armas poderosas
en las manos de nuestras piadosas "ovejas" modernas y de nuestras
"cabras" letradas son la emotividad y el orgullo. La primera es una
enfermedad
nerviosa y la otra es el sentimiento que nos
insta a nadar con la corriente, si no queremos que nos tilden de retrógradas o
infieles. Sólo su Karma sabe cuántos de ellos engrosan las filas inducidos por
el uno o el otro sentimiento [. . .]
Fuera del recinto permanecen aquellos a los
cuales la emoción histérica o un pavor sagrado de las multitudes y del decoro,
los dejan impasibles y cuyas voces de la conciencia, "esa voz leve pero
constante", una vez oída, eclipsa el estruendo portentoso de las cataratas
del Niágara, les impide mentir a sus almas. Para ellos no hay esperanza en esta
edad que ha llegado a las postrimerías y pueden abandonar toda expectación.
Nacieron prematuramente. Este es el cuadro terrible que el ciclo actual, casi
al término, presenta a aquellos cuya vista, en un tiempo opacada por el
prejuicio, las ideas preconcebidas y la parcialidad, ahora se ha despejado,
dejando percibir la verdad
que yace tras de las apariencias engañosas de
nuestra "civilización" occidental. Sin embargo, ¿qué nos deparará el
nuevo ciclo? ¿Será simplemente una continuación del presente, con matices más
obscuros y terribles? ¿O rayará un nuevo día para la humanidad, una jornada
radiante, pletórica de verdad, caridad y verdadera felicidad para todos? La
respuesta depende, principalmente, de los pocos Teósofos quienes, sinceros
consigo mismos, a pesar de la buena o la mala reputación, seguirán luchando en
favor de la Verdad y contra los poderes de la Oscuridad.
Un periódico infiel contiene algunas palabras
optimistas, la última profecía de Víctor Hugo, según el cual:
“Durante 400 años, la raza humana no ha dado
un paso sin que dejara una huella clara atrás. Estamos en el preludio de grandes
ciclos. El siglo XVI pasará a la historia como la edad de los pintores, el XVII
será la edad de los escritores, el XVIII de los filósofos y el XIX de los
apóstoles y los profetas. Para satisfacer al siglo XIX, es menester ser el
pintor del XVI, el escritor del XVII, el filósofo del XVIII y también ser como
Louis Blanc: tener un amor innato y sagrado por la humanidad, lo cual
constituye un apostolado y desdobla visiones proféticas en el futuro. En el
siglo XX la guerra
desaparecerá, el patíbulo será anacrónico, la
hostilidad se disipará, la realeza se extinguirá y los dogmas se desvanecerán,
sin embargo, el ser humano pervivirá. Existirá
un solo país para todos: el globo terráqueo y
una sola esperanza: los cielos en su totalidad. ¡Saludemos al nuevo siglo XX
que dará a luz nuestros hijos y ellos lo heredarán!”
Si la Teosofía prevalece en la lucha, si su
filosofía omniabarcante se arraiga con firmeza en las mentes y en los corazones
humanos, si sus doctrinas de la Reencarnación y del
Karma, de la Esperanza y de la
Responsabilidad, cincelan un nicho en las vidas de las nuevas generaciones;
entonces rayará el día de la felicidad y de la dicha para todos los que ahora
sufren y son relegados a las márgenes de la sociedad. La verdadera
Teosofía es ALTRUISMO y no nos cansaremos de
repetirlo. Es el amor fraterno, la mutua ayuda y una constante devoción por la
Verdad. Una vez que los seres humanos se percaten de que sólo en esto se
encuentra la auténtica felicidad y jamás en la riqueza,
las posesiones o cualquier gratificación
egoísta, las nubes oscuras se disiparán y en la tierra nacerá una nueva
humanidad.
Entonces, rayará el día de la Edad de Oro.
En caso contrario, la tempestad estallará y
nuestra ufanada civilización occidental de iluminación, se hundirá en un océano
de horrores inauditos en toda la historia.
NOTAS
1) Diosa de la ley y la justicia.
2) El poeta advertido y editor sagaz de la
difunta "Revista Secular" y ahora del "Periódico
Agnóstico." En el siglo XX, las obras de W. Stewart Ross ("Saladino"):
"La Mujer, Su Gloria, Su Vergüenza y Su Dios", "Folletos
Misceláneos", "Dios y Su Libro", etc., se convertirán en la
vindicación más poderosa y completa de toda persona llamada
infiel en el siglo XIX.
3) El "Sun" del 6 de Abril 1877.
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