James H. Austin
Reproducido
de "Sophía", edición de marzo
de 1997.
Las mejores verdades son las no
dichas. Bocas sin abrirse...¿Están decididos a retirarse del mundo todos estos
defensores del silencio? No, sólo les parece que unas simples palabras sobre el
papel acerca del budhismo o de otras experiencias de iluminación son
irrelevantes. En realidad, entre personas muy experimentadas en el Budhismo
Zen, pocas son las que encuentran necesario ni siquiera hablar sobre el
despertar utilizando las palabras, kensho y satori. Algunos
elementos tanto de tipo tabú como de preferencia personal pueden tener algo que
ver con ello. Shunru Suzuki no utilizaba satori en absoluto, mientras
que Daisetz Suzuki lo consideraba como la razón de ser del Zen y utilizaba el
término frecuentemente.
La tradición ortodoxa del
silencio es antigua. La raiz griega, mu, de la cual procede
"místico", significa silencioso o mudo, y por esto impronunciable por
derivación. Ya en la China antigua, Tao-sheng (360-434) había dicho: "Usad
las palabras para explicar pensamientos, pero el silencio cuando los
pensamientos se hayan absorbido...los que están calificados para buscar la
verdad se quedarán con el pez y dejarán la red."
La parsimonia de las frases de
las personas más avanzadas que practican el Zen refleja un hecho
neurofisiológico básico: el impulso de charlar simplemente desaparece. Cuando se
experimenta, el mundo se convierte en el modo de operar, la experiencia
sustituye el hablar de ello insustancialmente. El meditador aprende a evitar
quedar atrapado por la charla opresora de los habladores compulsivos cuyas
superverbalizaciones pasan por ser formas de comunicación social en otros
lugares. En ningún momento el silencio es más crucial que durante los retiros de
meditación. Entonces, las distracciones se mantienen bajo mínimos para ayudar a
que todos los miembros del grupo tengan un solo objetivo. Es en una soledad
meditativa donde uno puede investigar muy profundamente en las capas del yo
como parte de esa búsqueda reflexiva e introspectiva para comprender y disolver
sus ficciones.
Para preservar los beneficios
del silencio, los antiguos Maestros del Zen fomentaban el diálogo por el gesto.
El gesto transmite ricos mensajes visuales. Estos permanecen mucho después de
que los tediosos mensajes verbalizados hayan sido olvidados. El aparentemente
simple acto de inclinarse es un gesto poderoso. Es un manera excelente de
practicar el dominio de la soberbia del yo personal. Una vez un monje le
preguntó al Maestro Rinzai "Cuál es la esencia del Budhismo?" La
respuesta de Rinzai fue un gran rugido. Ante eso, el monje se inclinó. Rinzai
dijo "Ese es un hombre con el que se puede dialogar".
Hoy en día, nos vemos
constantemente agredidos por ese ruido de lo que los medios de comunicación
ofrecen como "diversión". No es de extrañar que nos deleitemos
observando el puro y silencioso arte de un Charlie Chaplin en sus antiguas
películas mudas. Y estaremos siempre en deuda con el artista de mimo, Marcel
Marceau, por su aguda observación: "Tenéis que entender qué es el
silencio, cuál es el peso del silencio, cuál es el poder del silencio".
Los resultados de los estudios
de Andrew Greeley y de George Gallup a mediados de los 70 sugerían que tal vez
una de cada tres personas sentirá la fuerza de las experiencias místicas de uno
u otro tipo. Después de recuperarse, muchos de estos hombres y mujeres querrán
saber: "¿Que pasó?" Estarán dispuestos a escuchar alguna respuesta
firme, fruto de la investigación de un cerebro famoso. Al fin y al cabo, ¿acaso
una resolución conjunta del Congreso de los Estados Unidos no designó los
últimos diez años de este siglo como la década del cerebro?
Pero la dura neurociencia
todavía sigue sintiéndose incómoda con estos "temas tontos". Y la
mayoría de los buscadores, legos en la materia pero críticos, también quedan
decepcionados con otros dos aspectos de su búsqueda espiritual. El sendero
místico resulta difícil de definir, porque está lleno de malas hierbas que
acaban pronto en una mata de palabras polisilábicas y de conceptos arcanos.
Supongamos que unos buscadores interesados, cansados de tanto pábulo, desearan
emprender un planteamiento más riguroso. Si se dirigen al Budhismo Zen, ¿cuáles
son sus primeras impresiones? Al principio de su lista están sus evasiones y
alusiones, paradojas y tonterías. Según las "leyes solares" que
elevan las expectativas de la gente actualmente, es hora de desmitificar y
desclasificar muchos aspectos del sendero espiritual. El silencio puede ser una
bendición confusa si las religiones siguen acudiendo a él para
"cubrir" temas que ahora están más abiertos para ser discutidos
ampliamente.
Por otra parte, las experiencias
místicas parecen haber inspirado a muchos autores para hacer voluminosas
contribuciones a la literatura. Esto se aplicaba tanto al mismo Emerson como el
Maestro Dogen, D.T. Suzuki y a incontables otros que representan a todas las
tendencias religiosas. Naturalmente, algunas de estas personas habrían empezado
con una presión innatamente superior hacia el habla o la escritura o hacia
ambas. Reconociendo esto, tal vez hay también algo más sobre el sendero místico
que puede canalizar el cerebro de un aspirante escritor hacia formas no
habladas de la auto-expresión. Alejados del ruido de las verbalizaciones, tal vez
algunas inspiraciones puedan fluir hacia los esfuerzos literarios. Realmente,
Alan Watts llegó a apreciar el modo en que sus propias dos experiencias
místicas anteriores se habían convertido en "la fuerza vivificadora de
todo mi trabajo en los escritos y en la filosofía desde ese momento". ¿Qué
mecanismos psicofisiológicos básicos inspiran estos esfuerzos vitales y
creativos? Tenemos mucho que aprender sobre la naturaleza básica del silencio y
sobre su fuerza.
Entretanto, también hemos de
tener cuidado en la manera de interpretar la palabra elástica
"silencio". Tiene varias capas de significados. Cuando acudimos a
símiles, metáforas y otros artilugios literarios, es fácil confundir las
distinciones entre estas distintas capas. Considerad, por ejemplo, lo que
experimentan los meditadores cuando se hunden en un episodio de absorción
interna. Durante un momento largo y gozoso se habrán perdido a sí mismos en el
encantamiento de aquellas vastas profundidades del espacio en el que
"oyen" el sonido del silencio absoluto, más allá de todos los
sonidos. Este es el primer silencio sentido, típico del llamado "samadi
absoluto". Es simplemente un ligero atisbo de las profundidades que el
silencio puede alcanzar si por casualidad más tarde son penetradas por un mayor
vislumbre de la realidad última. Porque entonces, si este vislumbre no llega,
puede tomar la forma de inefables mensajes dentro de un silencio primordial.
Vamos, pues, a dar una segunda
ojeada a unas líneas que escribió una vez Joseph Campbell. Se refería realmente
a algo que está más allá de nuestra connotación sensorial normal del silencio,
cuando siguió diciendo: "Toda referencia espiritual final tiene que ver
con el silencio más allá del sonido... Se puede hablar de él como del gran
silencio, o como del vacío, o como de lo absoluto trascendente". Porque
este nivel profundo particular de vacío, el del vacío auténtico, es un
desarrollo muy tardío en el sendero espiritual. Después de haberlo
experimentado finalmente, la persona no lo puede confundir ya con ese silencio
preliminar más simple de la absorción citada antes, por más que ese silencio
sentido preliminar haya parecido alguna vez estar "más allá del
sonido".
Realmente, ¿qué han dejado vacío
y totalmente en silencio estos estados tan avanzados de la iluminación? No es
nada más que ese yo viejo, egocéntrico y verbal, ese yo supercondicionado que
había inyectado previamente su propio lenguaje psíquico personal en su mismo
apego a las cosas. Entretanto, la licencia literaria sigue frecuentemente
usando la palabra "absoluto" en dos contextos muy distintos. Esto
continúa confundiendo a las generaciones de novicios, siempre dispuestos a
creer que, cuando entraron por primera vez en el vacío de su propio y primer
"silencio más allá del sonido" absoluto y sentido, habían llegado
finalmente al "absoluto trascendente".
El Premio Nobel neurocientífico
Walter Hess defendía el planteamiiento general de la boca cerrada ante los
grandes temas, igual que hizo el Maestro Rinzai mucho antes que él. Hacia el
final de su carrera, Hess sugirió que sería conveniente mantener un silencio
modesto, dado que éramos tan ignorantes todavía en lo que respecta al cerebro y
al mundo en general. Deberíamos reconocer, decía, que "existen y
evolucionan en este mundo muchas cosas que no son accesibles a nuestra
comprensión, porque nuestra organización cerebral está primariamente diseñada
para asegurar la supervivencia del individuo en su entorno natural. Por encima
de esto, el silencio modesto es la actitud adecuada."
Pero el comentario de Hess da
por sentada una pregunta básica. Vamos a aceptar el hecho de que cuando el
cerebro de nuestros progenitores evolucionó, lo hizo bajo unas circunstancias
tan duras que sólo unos pocos fueron capaces de sobrevivir. ¿Cómo podían
emerger entonces unos "flashes" de sabiduría iluminada de versiones
más modernas de cerebros como los nuestros, junto con una compasión genuina y
con un comportamiento altruísta en general? Es una pregunta no sobre el
silencio, sino un desafío a todas las neurociencias y ciencias sociales. Esto
va a ocuparles no solamente esta década actual, establecida ya por decisión del
Congreso, sino muchos siglos del milenio próximo.
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